El rey Eneo de Calidón celebraba sacrificios anuales en
honor de los dioses. Un año, olvidó incluir a Ártemis en sus ofrendas.
Ofendida, la diosa soltó, en los
alrededores de Calidón, al jabalí más grande y feroz imaginable, que se comportó como un loco por toda la campiña,
destrozando viñedos y cosechas y obligando a la gente a refugiarse dentro de las
murallas de la ciudad, donde empezaron a morirse de hambre.
Eneo envió mensajeros a buscar a los mejores cazadores de
Grecia, ofreciéndoles la piel y los colmillos del jabalí como premio. Entre los
que respondieron, se encontraban Meleagro (que en la mitología griega era hijo de Eneo,
rey de Calidón, y Altea; de él se decía que desde niño las Moiras anunciaron a Altea
que la vida de su hijo estaría ligada a un tizón de leña ardiente, y que cuando
se consumiera el tizón, Meleagro moriría), algunos de los Argonautas y una mujer: la cazadora
Atalanta, la ‘indomable’, similar a la propia Ártemis.
La caza de Atalanta y Meleagro |
Se dice que Ártemis envió a la joven cazadora sabiendo que su presencia
sería una fuente de conflictos, como de hecho ocurrió: muchos de los hombres,
encabezados por Cefeo y Anceo, rehusaron ir de caza con una mujer, y fue el
enamorado Meleagro quien los convenció. No obstante, fue Atalanta quien primero
logró herir al jabalí con una flecha, aunque fue Meleagro quien lo remató y le ofreció
el premio a ella, que había derramado la primera sangre. Pero sus tíos, los hijos de
Testio, que consideraban vergonzoso que una mujer lograse el trofeo de una cacería en la que habían participado hombres, le arrebataron la piel, diciendo que era
propiamente suya, por derecho de nacimiento. Enfadado por esto, Meleagro mató a
los hijos de Testio y dio de nuevo la piel a Atalanta. Altea, madre de Meleagro
y hermana de los hombres que había matado él, tomó el tizón fatal del cofre
donde lo había guardado y lo arrojó al fuego. Cuando se hubo
consumido, Meleagro murió al instante, como habían predicho las Moiras. Así
logró Ártemisa una venganza definitiva contra el rey Eneo, dejándole sin hijo varón.
Calidón |
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